Hace unos días, Warhol tuvo que despedirse de su juguete favorito: el ojo inflable.
Ya extrañamos el olor a hule que despedía la pupila violeta, y el sonido sedante que
producía la piel del objeto cuando patinaba por toda la casa. Por suerte, nos quedan
los recuerdos. Y, por supuesto, los dibujos. Hasta siempre, ojo inflable.